Del socialismo utópico al socialismo científico
página 16


del elemento plebeyo de las ciudades, la burguesía nunca hubiera podido conducir la lucha hasta su final victorioso ni llevado al cadalso a Carlos I. Para que la burguesía se embolsase aunque sólo fueran los frutos del triunfo que estaban bien maduros, fue necesario llevar la revolución bastante más allá de su meta; exactamente como habría de ocurrir en Francia en 1793 y en Alemania en 1848. Parece ser ésta, en efecto, una de las leyes que presiden la evolución de la sociedad burguesa.
  Después de este exceso de actividad revolucionaria, siguió la inevitable reacción que, a su vez, rebasó también el punto en que debía haberse mantenido. Tras una serie de vacilaciones, consiguió fijarse por fin el nuevo centro de gravedad, que se convirtió a su vez en nuevo punto de arranque. El período grandioso de la historia inglesa, al que los filisteos dan el nombre de "la gran rebelión", y las luchas que le siguieron alcanzan su remate en el episodio relativamente iinsignificante de 1689, que los hisotiradores liberales señalan con el nombre de "la gloriosa revolución" (*).
  El nuevo punto de partida fue una transacción entre la burguesía en ascenso y los antiguos grandes terratenientes feudales. Estos, aunque entonces como hoy se les conociese por el nombre de aristocracia, estaban ya desde hacía largo tiempo en vías de convertirse en lo que Luis Felipe había de ser mucho después en Francia: en los primeros burgueses de la nación. Para suerte de Inglaterra, los antiguos barones feudales se habían destrozado unos a otros en las guerras de las Dos Rosas (**). Sus sucesores, aunque


  (*) La historiografía burguesa inglesa llama "revolución gloriosa" al golpe de Estado de 1688-1689, después del cual se reforzó en Inglaterra la monarquía constitucional, basada en el compromiso entre la aristocracia de la tierra y la burguesía financiera. (N. de la Edit.)
  (**) Guerra de las Dos Rosas (1455-1485). Guerra entre los representantes de dos familias feudales inglesas, que luchaban por el trono: los York, en cuyo escudo figuraba una rosa blanca, y los Láncaster, que tenían en el escudo una rosa roja. Alrededor de los York se agrupaba una parte de los grandes feudales del Sur (más desarrollado económicamente), los caballeros y los ciudadanos; los Láncaster eran apoyados por la aristocracia feudal de los condados del Norte. La guerra llevó casi al total exterminio de las antiguas familias feudales y concluyó al subir al trono la nueva dinastía de los Tudores, que estableció el absolutismo en Inglaterra. (N. de la Edit.)