Del socialismo utópico al socialismo científico
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prometida paz eterna se había trocado en una
interminable guerra de conquistas. Tampoco corrió
mejor suerte la sociedad de la razón. El antagonismo
entre pobres y ricos, lejos de disolverse en el bienestar
general, habíase agudizado al desaparecer los
privilegios de los gremios y otros, que tendían un
puente sobre él, y los establecimientos
eclesiásticos de beneficencia, que lo atenuaban. La
"liberación de la propiedad" de las trabas
feudales, que ahora se convertía en realidad,
resultaba ser, para el pequño burgués y el
pequeño campesino, la libertad de vender a esos mismos
señores poderosos su pequeña propiedad,
agobiada por la arrolladora competencia del gran capital y de
la gran propiedad terrateniente; con lo que se
convertía en la "liberación" del
pequeño burgués y del pequeño campesino
de toda propiedad. El auge de la industria sobre bases
capitalistas convirtió la pobreza y la miseria de las
masas trabajadoras en condición de vida de la
sociedad. El pago al contado fue convirtiéndose, cada
vez en mayor grado, según la expresión de
Carlyle, en el único eslabón que enlazaba a la
sociedad. La estadística criminal crecía de
año en año. Los vicios feudales, que hasta
entonces se exhibían impúdicamente a la luz del
día, no desaparecieron, pero se recataron, por el
momento, un poco al fondo de la escena; en cambio,
florecían exuberantemente los vicios burgueses,
ocultos hasta allí bajo la superficie. El comercio fue
degenerando cada vez más en estafa. La
"fraternidad" (*) de la divisa
revolucionaria tomó cuerpo en deslealtades y en la
envidia de la lucha de competencia. La opresión
violenta cedió el puesto a la corrupción, y la
espada, como principal palanca del Poder social, fue
sustituida por el dinero. El derecho de pernada pasó
del señor feudal al fabricante burgués. La
prostitución se desarrolló en proporciones
hasta entonces inauditas. El matrimonio mismo siguió
siendo lo que era: la forma reconocida por la ley, el manto
oficial con que se cubría la prostitución,
complementado además por una gran abundancia de
adulterios. En una palabra, comparada con las brillantes
promesas de los pensadores, las instituciones sociales y
políticas instauradas por el
(*) Se refiere a la divisa de la revolución burguesa francesa de fines del siglo XVIII, "Libertad, Igualdad, Fraternidad". (N. de la Edit.) |