Del socialismo utópico al socialismo científico
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más que una organización creada por la sociedad
burguesa para defender las condiciones exteriores generales
del modo capitalista de producción contra los
atentados, tanto de los obreros como de los capitalistas
aislados. El Estado moderno, cualquiera que sea su forma, es
una máquina esencialemente capitalista, es el Estado
de los capitalistas, el capitalista colectivo ideal. Y
cuantas más fuerzas productivas asuma en propiedad,
tanto más se convertirá en capitalista
colectivo y tanta mayor cantidad de ciudadanos
explotará. Los obreros siguen siendo obreros
asalariados, proletarios. La relación capitalista,
lejos de abolirse con estas medidas, se agudiza. Mas, al
llegar a la cúspide, se derrumba. La propiedad del
Estado sobre las fuerzas productivas no es solución
del conflicto, pero alberga ya en su seno el medio formal, el
resorte para llegar a la solución.
Esta solución sólo puede estar en reconocer de un modo efectivo el carácter social de las fuerzas productivas modernas y, por lo tanto, en armonizar el modo de producción, de apropiación y de cambio con el carácter social de los medios de producción. Para esto, no hay más que un camino: que la sociedad, abiertamente y sin rodeos, tome posesión de esas fuerzas productivas, que ya no admiten otra dirección que la suya. Haciéndolo así, el carácter social de los medios de producción y de los productos, que hoy se vuelve contra los mismos productores, rompiendo periódicamente los cauces del modo de producción y de cambio, y que sólo puede imponerse con una fuerza y eficacia tan destructoras como el impulso ciego de las leyes naturales, será puesto en vigor con plena conciencia por los productores y se convertirá, de causa constante de perturbaciones y de cataclismos periódicos, en la palanca más poderosa de la producción misma. Las fuerzas activas de la sociedad obran, mientras no las conocemos y contamos con ellas, exactamente lo mismo que las fuerzas de la naturaleza: de un modo ciego, violento, destructor. Pero, una vez conocidas, tan pronto como se ha sabido comprender su acción, su tendencia y sus efectos, en nuestras manos está el supeditarlas cada vez más de lleno a nuestra voluntad y alcanzar por medio de ellas los fines propuestos. Tal es lo que ocurre, muy señaladamente, con las gigantescas fuerzas modernas de producción. Mientras nos resistamos obstinadamente a comprender su naturaleza y su carácter |