Del socialismo utópico al socialismo científico
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descencientes en su mayoría de las mismas antiguas
familias, procedían ya de líneas colaterales
tan alejadas, que formaban una corporación
completamente nueva; sus costumbres y tendencias
tenían mucho más de burguesas que de feudales;
conocían perfectamente el valor del dinero, y se
aplicaron enseguida a aumentar las rentas de sus tierras,
arrojando de ellas a cientos de pequeños arrendatarios
y sustituyéndolos por rebaños de ovejas.
Enrique VIII creó una masa de nuevos
"landlords" burgueses, regalando y dilapidando los
bienes de la Iglesia; y a idénticos resultados
condujeron las confiscaciones de grandes propiedades
territoriales, que se prosiguieron sin interrupción
hasta fines del siglo XVIII, para entregarlas luego a
individuos semi o enteramente advenedizos. De aquí que
la "aristocracia" inglesa, desde Enrique VII, lejos
de oponerse al desarrollo de la producción industrial,
procurase sacar indirectamente provecho de ella.
Además, una parte de los grandes terratenientes se
mostró dispuesta en todo momento, por móviles
económicos o políticos, a colaborar con los
caudillos de la burguesía industrial y financiera. La
transición de 1689 no fue, pues, difícil de
conseguir. Los trofeos políticos -los cargos, las
sinecuras, los grandes sueldos- les fueron respetados a las
familias de la aristocracia rural, a condición de que
defendiesen cumplidamente los intereses económicos de
la clase media financiera, industrial y mercantil. Y estos
intereses económicos eran ya, por aquel entonces,
bastante poderosos; eran ellos los que trazaban en
último término los rumbos de la política
nacional. Podría haber rencillas de los detalles, pero
la oligarquía aristocrática sabía
demasiado bien cuán inseparablemente unida se hallaba
su propia prosperidad económica a la de la
burguesía industrial y comercial.
A partir de este momento, la burguesía se convirtió en parte integrante, modesta pero reconocida, de las clases dominantes de Inglaterra. Compartía con todas ellas el interés de mantener sojuzgada a la gran masa trabajadora del pueblo. El comerciante o fabricante mismo ocupaba, frente a su dependiente, a sus obreros o a sus criados, la posición del amo, o la posición de su "superior natural", como se decía hasta hace muy poco en Inglaterra. Tenía que estrujarles la mayor cantidad y la mejor calidad de trabajo posible; para conseguirlo, había que educarlos en una conveniente sumisión. |