Del socialismo utópico al socialismo científico
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bien, a aquel materialismo puramente metafísico y
exclusivamente mecánico del siglo XVIII. En
oposición a la simple repulsa, ingenuamente
revolucionaria, de toda la historia anterior, el materialismo
moderno ve en la historia el proceso de desarrollo de la
humanidad, cuyas leyes dinámicas es misión suya
descubrir. Contrariamente a la idea de la naturaleza que
imperaba en los franceses del siglo XVIII, al igual que en
Hegel, y en la que ésta se concebía como un
todo permanente e invariable, que se movía, dentro de
ciclos cortos, con cuerpos celestes eternos, tal y como se
los representaba Newton, y con especies invariables de seres
orgánicos, como enseñara Linneo, el
materialismo moderno resume y compendia los nuevos progresos
de las Ciencias Naturales, según los cuales la
naturaleza tiene también su historia en el tiempo, y
los mundos, así como las especies orgánicas que
en condiciones propicias los habitan, nacen y mueren, y los
ciclos, en el grado en que son admisibles, revisten
dimensiones infinatamente más grandiosas. Tanto en uno
como en otro caso, el materialismo moderno es sustancialmente
dialéctico y no necesita ya de una filosofía
superior a las demás ciencias. Desde el momento en que
cada ciencia tiene que rendir cuentas de la posición
que ocupa en el cuadro universal de las cosas y del
conocimiento de éstas, no hay ya margen para una
ciencia especialmente consagrada a estudiar las
concatenaciones universales. Todo lo que queda en pie de la
anterior filosofía, con existencia propia, es la
teoría del pensar y de sus leyes: la lógica
formal y la dialéctica. Lo demás se disuelve en
la ciencia positiva de la naturaleza y de la historia.
Sin embargo, mientras que esta revolución en la concepción de la naturaleza sólo había podido imponerse en la medida en que la investigación suministraba a la ciencia los materiales positivos correspondientes, hacía ya mucho tiempo que se habían revelado ciertos hechos históricos que imprimieron un viraje decisivo al modo de enfocar la historia. En 1831 estalla en Lyon la primera insurrección obrera, y de 1838 a 1842 alcanza su apogeo el primer movimiento obrero nacional: el de los cartistas ingleses. La lucha de clases entre el proletariado y la burguesía pasó a ocupar el primer plano de la historia de los países europeos más avanzados, al mismo ritmo con |